sábado, 28 de septiembre de 2019

Llegando, llegaste...



Y llegaste hoy, en una encomienda.
A abrazarme con una bufanda que me acerca a tu corazón.
A mimarme como siempre lo seguís haciendo.
A protegerme con tu olorcito a Madre.
A acariciarme como más me gusta que me toques el pelo.
A llenarme de vos, como Siempre, haciendóme sentir que la distancia queda acá a la vuelta.
A decirnos a los tres, con tu letra, lo mucho que nos amás y que seguís pensando en el frío y que por eso hacés extensivo ese pedacito de lana en tres bufandas hermosas.
Sí, llegaste hoy. Sos como esa madre que, a pesar de habernos cortado el cordón umbilical, sigue teniéndonos a todos enganchados, desde un ovillo de lana de muchos colores y muchos puntos de varios días, que se alarga en un hilo extenso desde tu casa hasta acá. Muy cerquita de mi alma. Como vos has puesto tus manos y dedos en este tejido de mamá, con ese aroma a casa, hogar y familia, tan exquisitamente particular. Como florecitas suaves, masitas, té de la tarde y un toquecito de lavanda entremezclado con caramelo.
Te Amo Mamá!!
Ahora Te Extraño Menos, ¿Sabés?

lunes, 20 de agosto de 2018

Cuando no estás




Afuera ruidos. En mí, vacío.


La falta de tus pasos y el alma que se asfixia.
El corazón enloquecido y nadie para calmarlo.

No te encuentro y hablo sola, río sola y después suspiro.


En la calle luces. En mí, angustia.


Tengo ausencia de tus palabras, de tus explicaciones, de tu lapso.
Un contraste de pensamientos.
Una dura supervivencia que roza con la locura.

Ando en este estado civil que parece incierto por sensación de celibato, separación o abandono por terribles causas.


Pasa un avión. En mí, silencio.


Intento sumar los inconstantes días pero la cuenta no me sale porque el cruce de la distancia y sus consecuencias no me lo permiten.


Todos pasan. Yo me quedo.
Todo termina. Yo sigo.
Algo empieza, yo perduro.
¡Estoy parada en el mismo día del mismo año!



Al lado mío, la nada. Más allá, nuestras cosas.



Trato de permanecer entre la mitad del absoluto frío del miedo y de la adrenalina de la confianza,  -fuentes justificadas para morir por inercia-  desafiando al equilibrio de mis emociones. ¡Es tan difícil estar en el centro! ¡No importa, haciendo malabares te espero!


Hago el amor con la mente y con mi cuerpo pienso.
Mi cara envejece por la sal del llanto y la piel me duele de tanto sueño, porque mi interior está despierto ya que aún es joven.


Tu nombre sin pronunciarlo ya lastima demasiado.
Y te invento por un rato a mi costado.
Te hago señas, te acaricio, te cuento de mi día y te pregunto por el tuyo. Te abrazo, te respeto, te amo con locura y después te ignoro.



Quiero escapar y no sé a dónde.
Ahorro mi libertad. No la uso, porque sin vos no tiene sentido.
Así transito esta vida que nadie entiende y tanto ansían.

Afuera, en la calle, en el avión viajan dos.
Al lado mío, simbólicamente vos. Porque la soledad es eso.

Cuando no estás, soy inseguramente fuerte,  calladamente locuaz.


Dibujo tu inicial en el vidrio empañado, en la palma de mi mano, en el aire.
Te pienso para poblarme de vos.
Como una nena, doy vueltas el anillo que llevo en mi dedo cuando pienso en nosotros.

Soy una persona en varias o varios seres en uno. Como quieras. No me doy cuenta de la diferencia. Porque cuando no estás, nada importa.
Vencida de desierto, a pesar de los ruidos, del afuera, de la vida misma . . . me duermo.





lunes, 19 de marzo de 2018

Nunca pero nunca discutas con una virginiana





Las películas







Las costumbres que tenemos los virginianos de ser detallistas, es un ritual.

Y tocá madera si te tenemos que dar una noticia: primero el título, luego un adelanto y detalladamente, la historia.





Me han dicho “Contame el capítulo de anoche de tal serie” y he tardado incluso más de lo que el mismísimo capítulo duró.
¡¡Ah, sí, sí, sí!!

Preparate: agarrá los pochoclos pero silenciá el celu, porque si me interrumpís, te cuento de un saque todo, digamos que en medio minuto. Encima te auguro en qué terminará la serie, por más de que le falte semanas para hacerlo, ya que los virginianos intuimos el final de cualquier película.

En principio, te resaltaré las partes más importantes de la semana que viste y te destacaré “esos momentos que se enganchan con el capítulo nuevo” sin que te des cuenta. Ni te cuento cómo vas a recordar la temporada anterior si la serie ya está en el nuevo año.

Te voy a describir, por sobre todas las cosas, la escenografía, decorado o lo que fuere. Vas a entrar hasta en escena y a vivir con nerviosidad esos instantes en que la chica, -que está por abrir la puerta-, no sabe si del otro lado está el asesino, la vecina que no tiene cara de buena o el árbol caído por una tormenta. Hasta escucharás la música exacta de fondo.

Es más, te vas a sentir como en un tour en un estudio televisivo,  ya que la sensación de que estás hablando con el mismísimo director, guionista o iluminador no le queda lejos.-



La peor parte es que, si tenés la posibilidad de mirar ese extracto de filme, lo vas a ver de menor calidad, sin ese suspenso o música que sentiste antes. Hasta los actores te podrán parecer estar actuando de otra manera. Porque el virginiano real trae incorporado como un Chip en su persona que si algo que valía la pena –como una escena de película- no le gustó a él, va a tratar de cambiar ese detallecito en el relato, para que a vos te guste.



Sí, me encanta que sientas lo mismo.

Que te guste lo que me gusta.

Por más que no seas adepto a determinado actor o actriz, yo te daré la versión de la parte que desconocés de él y que dista de lo frívolo; yo voy al grano y seguro que en algún momento o lugar vi, leí o escuché la versión que dan los directores de cine o compañeros de trabajo sobre cómo trabajó el protagonista creando ese personaje.

También si no recuerdo el nombre de ese famoso actor, buscaré en mi memoria un parecido. Y si aún te quedan dudas, buscaré dos o tres y los que sean, incluso encontraré en la familia o en el grupo de conocidos a alguien con características similares y vas a ser vos el que me vas a terminar diciendo nombre, segundo nombre y doble apellido del actor al que me refería.





Los viajes






Lo hermoso y placentero de subir a un colectivo y verlo vacío, mi signo  y yo  lo podemos estropear en un tris. Por eso a mí el colectivo lleno no me trae problemas. Es más, es la solución.

He sido muchas veces la primera persona en subir en la terminal de una línea, teniendo el Bondi a mi entera disposición y he estado entre las últimas en sentarme y algunas veces he viajado parada.

El motivo es tan enmarañadamente jodido que nunca lo entenderías: voy a buscar un asiento solo, pero a la vez se me va a presentar una de las leyes de Murphy y seguro que va a estar mojado. Y ya cuando vaya hacia el otro que le sigue dudaré si el sol me agarrará más adelante o no, porque las otras personas solas se van sentando en el de a dos. Ya cuando gire el cuerpo para agarrar para los asientos dobles, olvidate de verme sentada en alguno de ellos puesto que me voy a poner a analizar por qué joraca están todos del lado del pasillo. Optaré pensar que las ventanas estarán trabadas y que por esa razón van sentados ahí para que les corra más aire. Mas no me quedaré de brazos cruzados y desafiaré cualquier norma para ver que en ese asiento doble, único, la ventana se puede abrir y creéme que no, y voy a salir desesperada hacia otro lugar, donde hay uno vacío y justo que estoy llegando una embarazada se viene hacia mí y se lo cederé, claro está. Pero para todo esto ya estaré casi por donde me tengo que tirar, por lo tanto: si alguna vez me ves dudando, probando y estudiando cada espacio o lugar de ese medio de transporte, haceme sentar de palabra o de empujón. Como sea.





Virgo + Virgo + Virgo = un hombre nervioso en el balcón





Soy de ese signo y tengo una hija.

Mi hija nació bajo mi mismo signo.

Ella tiene un gato.

El gato es de nuestro signo.

¡Una locura tridimensional!



_Sí, yo leo las características de los signos y tenés que ver cuánto pero cuánto tienen de cierto,  -le digo a Ló un día-

_ ¡Ay, mamá, nada que ver! ¡No puedo “creer que creas” que tooodos los que nacimos ese remismísimo día seamos iguales! –me dice mientras cierra el esmalte de uñas, con los deditos parados, soplándoselos de vez en cuando y acomodándose el mechón de pelo que le cae con la yema de su meñique, haciendo esa inclinación de cabeza tan característica de una fémina, guardando el frasquito en su estuche prolijamente.

_ Bueno, tampoco…

_ ¿Qué? ¿Tampoco qué? ¿Ves que siempre estás buscando que te dé la razón?

_ ¡Nooo, nada que ver! Yo solamente te digo que…

_ Mirá, -interrumpiéndome- yo te digo que me veo muy, pero muy lejos de ser la típica virginiana toda ordenadita, que anda jodiendo con que cada cosa esté en su lugar

-me dice esto mientras coloca meticulosamente de nuevo sus anillos, de dimensiones y motivos diferentes, en sus respectivos dedos y manos, agarrando después al gato, que estaba subido a la silla, depositándolo en el suelo-.



Me largo a reír. No puedo entender semejante ejemplo frente a mis ojos de lo que es el detalle para las virginianas. Y la argumentación permanente con ese afán de ganar a toda costa una batalla inexistente, con tal de tener razón. O la última palabra.



_ ¿Qué? ¿Me quedaron acaso mal pintadas las uñas? -Y está unos largos instantes mirándoselas, buscando una pincelada mal hecha. Confirma que están muy bien y sigue buscando-.

_ ¡Ah, claro! Ya entiendo. ¿Tu risa es porque no tenés con qué desmentir cómo soy?



Su padre -mi esposo- se asoma de vez en cuando a la cocina para tantear si el ambiente está para prepararse un cafecito o no. Da media vuelta y se va porque empiezo a contrarrestar lo escuchado.



_ ¿Vos me estás cargando? ¿No te das cuenta de lo que acaba de pasar?

_ Yo no te falté el respeto. ¡Nunca te falté, ni falto ni faltaré el respeto, mamá! Y lo sabés muy bien a eso.

_ ¿Yo hablé de falta de respeto?

_ No. Pero te conozco. Te conozco como si fueras mi madre. –Me mira fijamente.

Niego con la cabeza.

_ ¡Mirá la cara! ¡Por favor mamá! ¡Me estás diciendo todo con la cara!

_ No empieces a tirar frases porque sí, Lola. Dejate de embromar. Así cualquiera discute. En una de esas la pega.

_ ¿Te das cuenta de que me estás gritando? ¡¿Yo no levanto la voz y vos estás gritando, mamá?!



_ Bueno chicas… a ver si vamos redondeando que me quiero tomar un cortadito –dice mi esposo, apareciendo otra vez en escena y tomándose una aspirina.



Él sabe de memoria sobre nuestros altercados:

Que a veces hablamos de lo mismo pero en otro idioma.

Que siempre estamos buscándole la quinta pata al gato.

Que tenemos razón en todo.

Que terminar, para nosotras, es literalmente eso, así lleve todo el día. Estaremos por lo tanto lo que sea en dicho lugar o nos iremos trasladando por el resto de la casa, si es necesario.





También sabe mucho sobre los variados desenlaces:



Que generalmente termina una llorando y la otra pidiendo disculpas.

Que las dos nos encerramos en nuestros respectivos cuartos casi al unísono.

Que nos largamos a reír y abrazamos como si hubiésemos descubierto una vacuna.

Que lo incorporamos –mientras una llora y la otra anda arrepentida o lo llamamos de los diferentes lugares en que nos encerramos, contándole nuestra versión, o nos damos los tres un abrazo grupal.


Lo que escucho en los colectivos







- Era un líooo!!!

-¿Sí?

- Daban ganas de irse.

-¿Y por qué no lo hiciste?

- Porque vinimos con los hermanos.

- …

- Los hermanos de ella. Nos llevaron. Nos trajeron.

-Ahhh!!!

- Entonces estábamos esperando y la novia no llegaba. Hacía calor. Ni una gota de viento. El cura dijo: “Vayan pasando nomás” y la iglesia era chica. Yo dejé la cartera al lado del gordo, y salí a esperar el auto que la traía.

- ¿Y llegó?

- Ya estaba encarando para la puerta principal y no tuve mucho tiempo de acomodarle el vestido…

- ¿Con cola?

- Mmm...  no sé cómo explicarte, tenía como una sobrefalda en la parte de atrás más alargada con un terminación redondeada, una cagada!!!.

- Ah!!! Síii!! Mi vestido era así también!!

- Bueno, venía un poco arrastrado. ¿Viste que viven sobre una calle de tierra? Ella se fue como pudo a la casa del vecino, que era el del auto que la trajo. Y parece que no se levantó bien la parte de atrás. Para colmo le caían gotas por la cara.

- Los nervios…

- Los nervios, el polvo, el maquillaje barato…

- Capaz que no tuvo maquilladora…

- Ella no quiso. Yo le quería mandar la mía. Bueno, alcancé a pasarle la mano, ni un pañuelito, nada tenía…

-¿La ceremonia fue linda?

- Ni idea. Yo estaba buscando una canilla, un baño… Me dí toda la vuelta a la casa parroquial y nada… Me bajo acá. ¿Vos?

- Voy a llevarle el regalo.

- Mandale besitos!!!

Feliz día del artesano!!



Tengo las manos ajadas, gastadas, heridas
Pero contentas de tanto servir.
Algo igual pasa con mi vista.
Desde la cal hasta una aguja clavada en cualquier dedo.

Ni te cuento de lo que he tenido que hacer de la nada para, simplemente, estar.
Artesanías hasta con los pensamientos.

Así siempre.

jueves, 19 de octubre de 2017

Tips para un momento especial. O para toda la vida



Parole, parole, parole ...


Si estás cerca de una mirada, desafiala. Después de todo, son gratuitas. En una de esas, la pegás y hasta encontrás un color de ojos que no iba con tu enumeración de ideales.

Si te remitís a los años en que te mirabas muchas veces al espejo antes de ir a comprar pomelos, tendrás por ahí escondida la listita de prioridades de efectos especiales que debía tener esa persona:
- Sonrisa
- Honestidad
- Buen humor
- Alguna cosa que destaque tu personalidad creativa y, de paso, que no tenga nada que ver con la lista de otras personas (para ser vos único)

¿Encontraste la mirada?

Emití algún gesto, qué se yo… ¿Una sonrisa? Ese potencial similar a la ciencia ficción (según tus propias creencias) porque en el fondo, sabemos que tenemos “ESO” que los demás llaman “No sé qué”.

Por último, guardate a silencio.
Porque el mínimo error que cometas -por los nervios de tal situación- puede, imaginariamente, claro, colocarte una esposa.
Y no me refiero a una señora vestida de blanco con un ramito de jazmines.

Podría suceder que se dirija hacia vos creyéndote el salvador.

No recites, anticipadamente, ningún poema.
No menciones sus cualidades
No hables del tiempo, de la inseguridad, de lo tarde que es.
Escuchala…

Si pasaron cinco minutos y ya te contó que se bajó de un maldito taxi, y pateó tres cuadras y aún no encuentra la calle que empezaba con “Doctor algo” y que olvidó en el asiento del mismo un paquetito de masas para la tía que va a saludar, intentá con la sinceridad:
Que no tenés idea, porque estás tan perdido como ella.
O que saliste a comprar aceite de oliva, marcando que sos del barrio y que ella se equivocó de distrito.
Nada de que: Creés que…
Shhh.
Nada.
Chito.


Una mujer puede estar perdida en la ciudad. Pero su memoria supera las calles del planito de la Guía T desplegado. Creeme que te puede salir más caro de lo que te imaginás.
Hoy no.
En el futuro sí. Teniendo en cuenta de que esta situación avanzara.

Sigo en otro momento porque me voy a mirar los brotes del geranio.




Parole, parole, parole 2


Ahora sí. Seguimos suponiendo. No olvidar que las suposiciones son tan gratificantes como las muestras que te dan en algún lugar: gratuitas.
Por eso mismo, ya estamos situados en una mesita de algún bolichito de esos que siempre tienen una mesita al fondo, mitad de la ventana da a la vereda, la otra mitad tomada por otra mesa llena de gente que nada tiene que ver con tu edad.
Pero con ella ahí.
Después de todo, de eso hablábamos al principio.
La tía lejana quedó atrás ya que no encontró la calle, por ende la casa. Y vaya a saber si existía… Uno nunca sabe.
El punto es que estamos entre San Juan y Mendoza, recordando de manera lejana, cómo joraca se levanta a una damisela y a la vez, tratando de adivinar si “joraca” y “levantar” son de ésta época y si iría dentro del léxico a utilizar. No te preocupes. Lo vintage da para todo: muebles, lugares, vocablos.
Tampoco estamos frente a alguien sumamente joven. Ponete a pensar.
Salvo que sea una gran excepción, la dama debe tener una edad cercana a la tuya.
Estás con el salvavidas puesto: resguardado
¿El tema de la conversación?
Te sugiero que ahora sí marques terreno. En el supuesto de que esto continúe, nunca más podrás abrir la boca, ya que la mujer posee esa extraña característica que es la de hablar hasta cuando duerme.
Contale de tu ahora.
El hoy es lo más.
Tomalo como una máxima.
Si te vas al pasado, que conste que es sólo porque ella te ha preguntado algo referente al mismo.
Respecto al futuro, podés tirarle uno o dos proyectitos que tengas por ahí, y si la cosa va en serio, bueno, más te vale que los pongas en práctica.
Tendrás un registrador de densidad de charla. Si ella mira con frenesí la calle, andá cambiando de tema, porque está contando cada cuántos minutos pasa un taxi por ese lugar.
Incluí su participación y preguntá moderadamente.
La condición por excelencia de toda mujer, es la de vendedora. Lo hacemos muy bien. Por lo tanto, en minutos sabrás si cocina bien, si tiene poder de síntesis, si es o será buena madre y si tiene una dosis normal de celos. Ya pasada la etapa de las mascotas, el trabajo, las amistades y la familia, retomá la charla con un “nosotros”. Y que caiga simpático.
A saber:
a- ¡No tenemos nada que ver y es eso lo que me atrapa!
b- Somos bastante parecidos.
c- ¿Estamos como en una película?…

Dicen que las primeras impresiones son las que hablan.



Ojalá que lo que entró por tu mirada haya terminado en tu corazón.